lunes, 14 de abril de 2014

EL EFECTO INVERNADERO
Terremoto climático a la vista

Hugo Carrillo Cavero

Los peruanos estamos preocupados, con justa razón, por el reciente terremoto de Iquique de 8.3 grados en la escala de Mercalli y sus secuelas, que están afectando a los habitantes de la zona sur del Perú y norte del país vecino. Los expertos en los temas geológicos, asocian la ola de desastres y fenómenos naturales con el cambio climático global, que ya es reconocido como un factor fundamental de riesgo para la supervivencia de nuestra civilización.

Según la Convención Marco de las Naciones Unidas, el cambio climático es “El cambio del clima atribuido, directa o indirectamente, a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos comparables”.

El efecto invernadero se produce por la retención en la atmósfera del 30% de la luz solar que llega al planeta, lo que se origina por la presencia de gases como el dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (NO2), entre otros, y que permiten al 70% restante de la luz solar atravesar la atmósfera para calentar la superficie de nuestro planeta y hacer posible la vida tal como la conocemos.

Cuando los seres humanos alteramos la composición atmosférica mundial, modificamos la forma como interactúa la energía solar con la atmósfera, provocando una muy importante variación  del efecto invernadero.

Debemos resaltar que el Perú es uno de los países más vulnerables al cambio climático, por las siguientes razones: en primer lugar, gran parte, por no decir la mayoría de la población, vive en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas. En segundo término, las fuentes de agua, como los glaciares, están retrocediendo. En tercer lugar, nuestro territorio, por sus características geográficas y orográficas, es altamente vulnerable a un aumento de la precipitación pluvial, así como a períodos prolongados de estiaje

Además, las cuencas, especialmente las del océano Pacífico, son directamente dependientes de las precipitaciones pluviales. Y, por último, la riqueza ictiológica de nuestro mar es altamente sensible a irregulares cambios de temperatura; entre las principales razones. La paradoja es que al mismo tiempo poseemos la quinta parte del agua dulce de la Tierra, fundamentalmente por los enormes cursos de agua de nuestra Amazonía.   

Por ello, es urgente que prioricemos el cambio climático en la agenda política nacional. No solo para elaborar los instrumentos legales y disponer los recursos necesarios para encarar dicho cambio, sino también para desarrollar una corriente de opinión y conocimientos que eduquen, organicen y movilicen a los diferentes sectores económicos y sociales.