Debido a la discusión sobre la UniónCivilYa, el conflicto de interés está en boca de todos. Debido a eso y a que el congresista Carlos Bruce –promotor de la ley- dejó el clóset con una dignidad que no ha tenido ninguno de nuestros machazos ex presidentes. Es más, tan machos que uno encerraba y electrocutaba a su mujer, otro sacaba los pies del plato con cualquiera en cualquier hotelucho de mala muerte y se hacía el secuestrado; y otro más tenía hijos en la calle, le arrimaba el piano a todo lo que se movía y cantaba rancheras a voz en cuello para parecer más varonil.
Bueno pues, según algunos cavernícolas y conservadores cínicos, muchos de ellos admiradores y firmes seguidores de los machazos de la lista precedente, un maricón no puede cabildear por sus propios intereses, mucho menos si es un miembro del Poder Legislativo u ocupa algún cargo que le confiera algún poder mayor al que puede acceder cualquier hijo de vecino como tú o como yo.
Según esta lógica, ninguna congresista debe promover leyes de igualdad e inclusión de género; a ningún congresista con alguna discapacidad se le debe permitir impulsar normas dirigidas a defender los derechos de los discapacitados y, de ningún modo, por supuesto, un congresista negro o serrano debe proponer leyes que reivindiquen los derechos de las minorías postergadas a las que pertenecen. En el extremo, como escribió Augusto Townsend, vamos a tener que encontrar algún marciano con DNI peruano que haga lobby cuando debamos defender los derechos humanos en el Congreso.
Y le hacen un muy flaco favor a la ya famélica y escasa cultura del peruano de a pie, ¡¡¡porque te dicen que es conflictivo algo que de ninguna manera es un conflicto de interés!!!
¿Saben qué cosa es tener conflicto de intereses? Ser ministro de Economía, diseñar un sistema de ahorro compulsivo, obligatorio y privado al que todos los trabajadores formales deberán aportar durante 35 o 40 años pagando una comisión fija por administración y luego renunciar al ministerio y poner una de esas empresas con mis amiguitos para, luego de unos años, vendérsela al mejor postor. (También es uso de información privilegiada).
Conflicto de interés es que yo le venda asesorías al Estado para contratar con sus contrapartes privadas (mineras, constructoras, petroleras, pesqueras… lo que sea) y luego le vendo a esas mismas contrapartes información sobre cuál es o será la estrategia y qué es lo que está pensando el Estado con el que van a contratar.
También es conflicto de interés que yo asesore a todos los grandes grupos económicos en compras discutidas por temas de concentración de mercado y amenazas a la competencia, que terminan formando oligopolios muy fuertes y que luego le cobre al Estado para asesorarlo en la manera de abordar estos temas.
Es conflicto de interés que un ministerio me pague para diseñar una ley que rija un determinado sector productivo y que luego yo le cobre a las empresas de ese sector por las adecuaciones a la ley que yo diseñé. Y todo es tan confuso que al final no se sabe si la ley sirvió para normar lo que el Estado quería normar o si en el fondo benefició a los privados en detrimento del primero.
Otro conflicto de interés se produce en sentido inverso: le vendo asesorías a los privados para que consigan que el Estado les otorgue beneficios o ventajas y que luego yo sea nombrado ministro del mismo sector en el que trabajaba. Una vez nombrado le firmo las autorizaciones a esos a los que estaba asesorando antes de ser ministro. Aún si no hubiese un real conflicto, se ve tan mal que es más elegante pasar y dejar que lo firme otro.
Conflicto de interés es que yo sea ministro de Economía, diseñe y arme el sistema de concesiones de inversión en infraestructura del Estado en forma de asociaciones público privadas (y a través de otros vehículos) y queinmediatamente después de renunciar ponga un fondo de inversión en infraestructura aprovechando toda esa información que el resto de empresas en el mercado no tiene manera de obtener. Ah, y encima, cuando el Estado se demore en sacar proyectos para contratar conmigo, quiñarle a pedradas el castillo al ministro en ejercicio por no darme negocio a la velocidad que debería según el mecanismo que yo mismo inventé.
Está mal y constituye un conflicto de interés que yo sea ministro de Economía y sea accionista de una consultora a través de la cual un privado compra un bien del Estado, como una generadora de energía, por ejemplo.
También es conflicto de interés que mi mujer venda asesorías y que yo le otorgue un trato preferencial a sus clientes cuando, según mis ideas y mis principios, esos clientes deberían desaparecer por ineficientes, poco productivos, anquilosados y corruptos (porque son del Estado, básicamente).
Ahora ya sabes qué cosa es conflicto de interés: cuando tus lealtades tienen precio. Eso sí debería indignarte.
