martes, 3 de junio de 2014

La autonomía universitaria en el Perú

La Universidad como se conoce en la actualidad, probablemente es una de las instituciones con mayor vigencia en la historia de la civilización humana, surge en el siglo IX con la Universidad de Salermo, luego Bolonia en 1088 y se consolida en el siglo XIII, en el contexto socioeconómico y cultural de la Edad Media.
Las universidades fueron producto de “corporaciones” (universitas) de maestros y discípulos en actividades libres de investigación y docencia superiores, apoyadas por autoridades políticas y eclesiásticas. A estas corporaciones tenían acceso toda persona preparada sin distinción de raza y nacionalidad, con el transcurso del tiempo, estas corporaciones eran lugares donde se cultivaban todas las ciencias con el beneplácito del Emperador y el Papa. Sólo estos dos poderes de la época podían otorgarle a las universidades la facultad para conceder grados y licencias de validez universal.
En los siglos XVI y XVII en el imperio español y portugués, la Iglesia tenía dominio absoluto y las universidades no pasaban a ser instituciones educacionales a su servicio, de aquí en el periodo renacentista, la universidades europeas en esencia buscaban el derecho al trabajo intelectual independiente, la autonomía administrativa y el derecho al fuero especial en relación a las autoridades eclesiásticas y políticas de entonces.
Otro hecho de importante consideración es el surgimiento del modelo de Universidad napoleónica en Francia que, posteriormente, tendría una significativa influencia en el desarrollo de la universidad latinoamericana; es decir universidad imperial, de corte utilitarista y profesionalizante, centralizada, con profesores nombrados por el Estado, sin investigación y con programas oficiales, se transformó en un ente al servicio de la ideología.
La universidad latinoamericana es una herencia colonial, las primeras universidades fueron la Universidad Santo Tomás de Aquino en República Dominicana (1538), Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1551) y la Universidad Nacional Autónoma de México ( 1551), tuvo la misión de atender los intereses de la Corona Española, la Iglesia y las clases sociales dominantes, con una concepción propia del mundo occidentalizado; en la cual predominó el sistema libresco y memorístico.
Durante la República, se sustituyó el esquema de la universidad colonial por el modelo de la universidad napoleónica, siguió siendo representativa de las clases dominantes y se caracterizó por la poca investigación, y supeditado al Estado, panorama que dominó hasta el movimiento de Córdova del 21 de junio de 1918, que inspiró los principios de un nuevo modelo de universidad o reforma universitaria.
En la lectura del manifiesto de Córdova, se puede resaltar dos aspectos importantes. El primero es la condenación vehemente de la calidad de la enseñanza y segundo la autonomía universitaria. En alguno de sus párrafos indica que, “las Universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos- y lo que es peor aún- el lugar donde las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las Universidades han llegado a ser así, el fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia, frente a esas casa mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático…”.
El movimiento de Córdova con respecto a la autonomía trató de apartarla a la universidad del Estado, según referencias la autonomía se reafirma en 1965 en el marco de la IV Conferencia de la Asociación Internacional de Universidades (AIU) celebrada en Tokio. Que la universidad deberá tener autonomía:
Administrativa: capacidad para crear sus órganos de gobierno y sus reglamentos.
Económica: libertad para distribuir sus recursos entre las diversas actividades.
Para enseñar: libertad de cátedra y derecho al libre acceso al conocimiento.
Para investigar: derecho a generar conocimientos sin coacción.
Sin embargo, la autonomía no significa extraterritorialidad, ni menos debe entenderse un divorcio de la universidad con la sociedad, es más una relación dialéctica entre Universidad y el Estado.
En la actualidad, la universidad nuevamente asiste a un cuestionamiento y crisis, debido que el entorno ha sufrido profundos cambios; para el caso peruano nos encontramos en una sociedad que ha vivido más 20 años de ajustes económicos y del modelo neoliberal, la población y la migración ha redefinido un panorama demográfico y cultural mayoritariamente urbana (75%), han ocurrido notables cambios en la matriz científico tecnológico a nivel global, cada vez somos más interdependientes, las tecnología de información y comunicación han tenido avances sorprendentes. Otros factores que en peligro la democracia universitaria son: La política educativa nacional poco articulada con la universidad y la educación básica, deterioro de la calidad educativa en general, incremento considerable de universidad privadas, explosión de filiales, la mercantilización y corrupción, y la nefasta tradición corporativa barnizada de radicalismo grupal que pretende perennizarse.
Analizar críticamente tanto los problemas del entorno y de la universidad, hacer propuestas para su transformación hacia un nuevo modelo de universidad y asumir apasionadamente el cambio, son la garantía de la autonomía universitaria en una sociedad que se transforma apresuradamente. En fin, la Nueva Ley Universitaria no será la solución a todos los problemas, pero es necesaria.