Equidad de género en las aulas
PAUL MARTIN REPRESENTANTE DE UNICEF EN EL PERÚ
Al celebrarse el Día Internacional de la Mujer, y a horas de iniciarse un nuevo año escolar, es propicio preguntarnos qué hacer para asegurar a las niñas, especialmente las que viven en comunidades rurales, sus derechos a la educación y a la no discriminación por razones de género establecidas en la Convención sobre los Derechos del Niño.
Al celebrarse el Día Internacional de la Mujer, y a horas de iniciarse un nuevo año escolar, es propicio preguntarnos qué hacer para asegurar a las niñas, especialmente las que viven en comunidades rurales, sus derechos a la educación y a la no discriminación por razones de género establecidas en la Convención sobre los Derechos del Niño.
Casi todas las niñas peruanas en edad de asistir a la escuela primaria, lo hace. Pero ese derecho es para todas. Por ello la necesidad de identificar a quienes aún no acceden y pensar en estrategias que lo permitan. Tan importante como saber cuántas niñas de áreas rurales están matriculadas, es verificar si tienen las mismas oportunidades y estímulos que sus compañeros. Sólo así sabremos qué les impide acceder y culminar la secundaria.
Las niñas rurales están en situación de desventaja frente a los varones de sus comunidades. Y también lo están en relación con niñas y adolescentes de áreas urbanas. Por ejemplo, la tasa de conclusión de la primaria de las niñas (entre 12 y 14 años) es de 89.4% en las zonas urbanas, mientras que en áreas rurales es de 74.8% y entre las poblaciones indígenas, 70.7%.
Conforme crecen las desventajas se acentúan. En las zonas urbanas la tasa de culminación oportuna de la secundaria (entre 17 y 19 años) de las mujeres es de 81%. En las zonas rurales solo llega al 46.9%.
El Perú realiza esfuerzos para garantizar a las adolescentes del área rural el acceso, la permanencia y culminación oportuna de la educación secundaria. Lograrlo les dará la oportunidad de desarrollar plenamente su potencial intelectual, e integrarse al mercado laboral rompiendo el círculo de la pobreza y la exclusión.
Las limitaciones económicas, la recarga de tareas domésticas, la falta de pertinencia educativa, los estereotipos de género, la lejanía de los centros educativos, el hostigamiento y el embarazo adolescente son factores que exponen a la estudiante a condiciones de desventaja.
La escuela puede y deber ser un espacio de protección y prevención de la violencia y el abuso sexual. En el área rural, cinco de cada 10 padres y madres castigan físicamente a sus hijas e hijos. Si además de soportar la violencia doméstica una niña o adolescente encuentra hostigamiento y violencia sexual en su escuela, seguramente fracasará en sus estudios y abandonará las aulas. Su proceso de aprendizaje se verá afectado por la violencia.
En ocasión del 8 de marzo es bueno felicitar la inclusión del enfoque de género en el currículo escolar. Para que las niñas y adolescentes de hoy se conviertan en las mujeres empoderadas se requiere una escuela que contribuya a cortar la cadena de violencia, que ayude a que esa niña construya su proyecto de vida.