Un cuarto de siglo sin el muro de Berlín
Javier Alejandro Ramos periodista
El muro que dividió a Alemania, separando a una nación por motivos políticos e ideológicos desde 1961, fue derribado el 9 de noviembre de 1989, hace 25 años, y es recordado por su significado en un momento histórico en que Estados Unidos y la Unión Soviética se jugaban el destino del mundo en una guerra fría.
El muro que dividió a Alemania, separando a una nación por motivos políticos e ideológicos desde 1961, fue derribado el 9 de noviembre de 1989, hace 25 años, y es recordado por su significado en un momento histórico en que Estados Unidos y la Unión Soviética se jugaban el destino del mundo en una guerra fría.
Fue llamado por los alemanes occidentales ‘el muro de la vergüenza’, mientras que los habitantes de la República Democrática Alemana, proclive a Moscú, se referían a él como ‘el muro de la protección antifascista’. Los 120 kilómetros que partían Berlín en dos fueron justificados por el bloque del Este como absolutamente necesarios para “evitar conspiraciones contra la voluntad popular de construir un Estado socialista en Alemania”.
Lo cierto es que el muro sirvió en la práctica para frenar la masiva emigración del bloque comunista de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. La vigilancia en él fue siempre muy estricta, y se calcula que murieron entre 190 y 270 personas tratando de franquearlo hacia Alemania Occidental. Hubo más de 5,000 fugas efectivas.
El muro de Berlín no era otra cosa que una frontera entre la OTAN y los miembros del Pacto de Varsovia. Se construyó prácticamente en secreto en agosto de 1961, no obstante que los dirigentes de la RDA lo negaron en varias oportunidades. Moscú quería bloquear la influencia occidental en Europa del Este, y la medida interrumpió el tráfico de tranvías y trenes en las dos Berlín.
La reacción de Alemania Occidental no se hizo esperar, y su canciller, Konrad Adenauer, pidió calma a la población, y el alcalde de Berlín, Willy Brandt, ensayó una protesta. Los aliados movilizaron sus tropas, hubo reacciones diplomáticas y algunas escaramuzas armadas.
Hace un cuarto de siglo cayó el ignominioso muro. Hubo muchas protestas y evasiones. En setiembre de 1989, 13,000 alemanes orientales escaparon hacia Hungría. Las manifestaciones contra el gobierno de la RDA se multiplicaron y su líder, Erich Honecker, tuvo que renunciar; fue reemplazado a los pocos días. El tema de los permisos de viaje entrampó por semanas las cosas, pero luego hubo acuerdo entre naciones del Este y del Oeste.
La apertura de la frontera fue todo un espectáculo. Los berlineses llegaron con picos, azadas y martillos, mientras las excavadoras hacían también su trabajo de demolición. Artistas plásticos y músicos improvisaron exposiciones y conciertos. La reunificación alemana había comenzado, y en el país de Goethe volvía a respirarse aires de libertad.