Contra molinos de viento
Por: Heriberto Chullo
Desde el día que el general del ejército retirado Daniel Urresti asumió el cargo de ministro del Interior. Venía de ocupar el cargo de Alto Comisionado para la Formalización de la Minería -uno de los más graves problemas que afronta el país- donde tuvo que enfrentarse a los mineros ilegales y pudo destruir la maquinaria que éstos utilizaban en los lavaderos de oro y contaminaban los ríos y destruían el medio ambiente, provocando un daño irreparable. Alrededor de estos mineros ilegales hay una mafia organizada que trafica con el oro extraído, con niños a los que obligan a trabajar en condiciones infrahumanas y con niñas a las que prostituyen, y que pretendieron chantajear al gobierno bloqueando carreteras.
En este breve periodo al frente del ministerio del Interior, la cartera más difícil de todo gobierno, ha mostrado su estilo de trabajo. Ha montado operativos para capturar bandas de delincuentes en zonas peligrosas donde todos sabemos que pululan pero que nadie se había atrevido a entrar. Ha recuperado en esos operativos, tanto en Lima como en algunas provincias, armas, artefactos y autopartes que habían sido robados.
Lamentablemente, en vez de recibir el respaldo de los medios de comunicación, lo que ha habido es una campaña de desprestigio lanzada por algunos periódicos, emisoras de radio y canales de televisión, cuestionando su estilo de trabajo y dando a entender que todo lo que ha hecho es producto de la improvisación y del figuretismo. Estos ataques de cierta prensa me llevan a pensar que hay un temor en que si se redujera el crimen y la violencia ya no tendrán material para sus informativos matutinos, las primeras páginas de sus periódicos o sus noticieros de la radio, porque se han formado durante el auge de la prensa “chicha” y están acostumbrados a una prensa amarilla donde triunfa la sangre y el sexo.
Entre los críticos del nuevo titular de la cartera del Interior no ha faltado el ex ministro Fernando Rospigliosi, quien, a pesar de haber tenido una pésima actuación al frente de esa cartera de la cual salió muy mal parado, se siente un experto en temas de seguridad y el único capaz de conducir ese delicado despacho.
Y también lo critican otros ex ministros del Interior, altos oficiales de la policía en situación de retiro, quienes dicen que por ser militar no conoce el espíritu del policía. Y si se revisa la actuación de esos policías que ocuparon la cartera del Interior el balance también es negativo. Nada a favor, todo en contra, porque durante la gestión de ellos aumentó notablemente la corrupción, el cáncer que corroe las entrañas de la institución policial que, por eso, ha perdido el respeto que debería tener entre la población.
El ministro del Interior, Daniel Urresti, aseguró que será "implacable" contra los policías implicados en actos de corrupción. "Yo voy a ser implacable contra la corrupción, no malo, sino implacable. Donde yo detecte corrupción, mis reacciones serán más que inmediatas", declaró a la Agencia Andina. Hay un proyecto de ley bastante avanzado para depurar a malos efectivos de la Policía Nacional y será enviado al Congreso de la República, para su debate y aprobación.
Urresti ha respondido a las críticas afirmando que todo lo que ha hecho hasta el momento está enmarcado en el Plan Nacional de Seguridad Ciudadana, que su objetivo es devolver la confianza de la población para salir a las calles, volver a vivir en ciudades seguras y acabar con la corrupción. Naturalmente que el nuevo ministro sabe que la Policía sola no podrá luchar contra la inseguridad, sino que se necesita del apoyo de la ciudadana, de los políticos, de los medios de comunicación y de la población en su conjunto.
Se sabe que muchos piensan que es una utopía soñar con ciudades seguras, pues a diario se producen crímenes, asaltos y la violencia está presente en cada instante. Para ello se recurre a estadísticas que nos presentan como una de las sociedades muy violentas, junto con ciudades de México, de Colombia y de Venezuela. En una época se ponía como ejemplo de urbes violentas a Chicago y a Nueva York. Pero, ahora, ambas han sido recuperadas después de que las autoridades “limpiaron” las zonas donde se refugiaban las bandas de delincuentes.
Hay que darle la oportunidad al ministro Urresti. Algunos pensarán que está peleando contra molinos de viento. Si, tal vez. Pero, si en lugar de criticarlo se le ayuda, tendremos tal vez la oportunidad de tener una ciudad menos violenta, donde los índices de crimen se reduzcan a cifras mínimas y la policía recupere la confianza y el respeto que merece. Soñar no cuesta nada.