Cuando nuestros hijos y nietos estudien la historia del Perú y lleguen al breve capítulo que trate sobre el régimen del presidente Ollanta Humala, encontrarán sin duda una frase que ilustrará ese mandato, la cual ayer fue pronunciada por el diligente escudero del Gobierno desde el Congreso, el legislador Teófilo Gamarra, al referirse al escándalo de su colega Cenaida Uribe: "La ética es relativa".
Esta frase será la que permita explicar para la historia cómo, por ejemplo, el Gobierno en que "la honestidad hace la diferencia" blindó en el Congreso a personajes como Omar Chehade y Uribe, trató de torpedear las investigaciones por el caso López Meneses y sacó cara por el prófugo amigo Martín Belaunde, de quien Humala recibió jugosos aportes en los años de campaña electoral.
El "pensamiento Gamarra" también será considerado en los libros como el marco teórico que explique las acciones que impiden que se toque con el pétalo de una rosa a Alexis Humala, el del viaje a Rusia; que se le paguen S/.70 mil al otro "hermanísimo" Antauro Humala, el que está preso por asesinato; y que se mantenga la alianza con Alejandro Toledo, el rey de las propiedades inexplicables.
Ahora se entiende también el poder de Nadine Heredia, a quien nadie eligió ni dio responsabilidad para gobernar, lo que genera un serio problema de institucionalidad en el país; y la forma poco "ética" en que se despachó al expremier César Villanueva, lo que incluyó la crítica pública, a manera de estocada final, de su subordinado ministro de Economía y Finanzas, Luis Castilla.
Ha sido fundamental la frase, ya que permite saber con toda claridad y sin la menor duda que el Gobierno tiene –y de ahí la relatividad– "una ética" que se aplica para ellos y otra para el resto, y que con una vara se miden ellos y con otra evalúan a los rivales políticos o a quienes no son "compatriotas". Ahora ya sabemos por qué nos hablan de ética y decencia cuando muchos tienen rabo de paja. El "pensamiento Gamarra" lo explica todo.
