viernes, 20 de junio de 2014

El Señor de Qoyllur Riti congrega a mas de 100 mil fieles

Al nevado Qolqe Punku, a 4.600 m.s.n.m, llegaron peregrinos para venerar la sagrada imagen del Señor de 

Qoyllur Riti.  Ayer fue su día central

El Señor de Qoyllur Riti congrega a 100 mil fieles

El Señor de Qoyllur Riti congrega a 100 mil fieles

El Señor de Qoyllur Riti congrega a 100 mil fieles
Las coloridas comparsas de pabluchas y danzantes avanzan al ritmo de los cánticos que cada una de las ocho naciones entona en honor al Señor de Qoyllur Riti.
El día anterior a la fecha central, los pabluchas suben hasta la cima del Qolqe Punku y llevan la cruz que han cargado durante el peregrinaje. A la mañana siguiente, muy temprano, la recogen y participan en la ceremonia de la salida del sol.
Luego hacen una larga cola para ver la imagen sagrada. La hacen junto a los miles de fieles que llegan por su cuenta desde el pueblo de Mawayani, a unas cuatro horas del santuario.
Como parte de las oraciones que elevan al Señor de Qoyllur Riti, los fieles suelen comprar objetos en miniatura que se llevarán a casa para que se les cumpla el milagro. Más de uno afirma que antes ya les resultó. Por eso, a la vuelta, no es raro ver a personas con carros, títulos universitarios, casas, animales, dinero, etc.
Incluso, la gente se casa y no necesariamente con sus parejas: en el momento se busca una persona y el notario de turno los une en forma simbólica.
El Señor de Qoyllur Riti mantiene el espíritu de las fiestas prehispánicas, donde el hombre andino celebra a la naturaleza, en su afán de afianzar una relación de hace 10 mil años. La peregrinación moviliza a cien mil personas que convierten un descampado -donde abundan los arroyos pedregosos y congelados, rocas filudas  que se desintegran con solo pisarlas, e ichu-, en una ciudad a 4.500 m.s.n.m.
Los peregrinos caminan 8 kilómetros desde Mahuayani, un pueblo a 2 horas y media del Cusco, que durante la fiesta se convierte en un enorme estacionamiento al costado de una improvisada feria de toldos azules, donde encontrará abundante comida y artículos como una buena linterna, chompas o una casaca.
La luna entiende de pasiones. Por eso, ilumina como nunca ese sinuoso camino húmedo de herradura por donde mas de cien mil peregrinos suben, a pie y de madrugada, hacia los helados parajes del Sinankara. Allí es donde se adora por partida doble: al Señor de Qoyllur Riti (estrella de nieve) y al nevado Qollqe Punku. El primero es el Jesús católico que la Iglesia mandó pintar sobre una roca a 4.900 metros sobre el nivel del mar tras fracasar en el intento de detener el culto ancestral a la montaña nevada. El segundo es esa misma montaña venerada hasta hoy por fieles de todas las generaciones y clases sociales del sur andino.
El río de gente se desplaza por más de ocho kilómetros, entre abismos y pajonales, soportando temperaturas bajo cero y resbalando a cada momento por culpa de la escarcha nocturna que también humedece los abrigos. Unos cargan velas, ofrendas y frazadas, otros llevan niños a la espalda.
También suben al nevado varias comparsas de bailarines que antes de ingresar a la capilla del Qoyllur Riti quieren ofrendar sus danzas al Qollque Punku (y a través de este al apu tutelar Ausangate). Con el mismo aliento y energía de un carnaval carioca a nivel del mar, miles de caporales, Ccapac Colla, Ccacpac Chunchu y Wayru Chunchu, atraviesan saltando y sin parar banderas en mano, hasta el pie del nevado.